Autor:
Bernat
Cuando preguntamos el “por qué” de algo, nos referimos a qué razón hay para que se haya producido ese “algo”. Si en lugar de preguntar “por qué”, preguntamos el “para qué”, entonces preguntamos la finalidad de ese “algo”. La primera pregunta hace referencia a la causalidad; mientras que la segunda, hace referencia a la finalidad (teleología).
Si preguntamos por qué existe Dios, nos referimos a la razón de por qué existe ese ser, y dicha razón, según la teología, no existe puesto que Dios no tiene razón de ser, sino que es la razón de todo lo demás. Según esa respuesta, Dios no tiene razón de ser, sino que es la razón misma, no obstante, esa respuesta no aclara la cuestión. Si no hay ninguna razón detrás de la existencia de Dios, es que su existencia es innecesaria, arbitraria e irracional.
Si hubiera una razón para la existencia de Dios, dicha razón estaría fuera del propio Dios, puesto que las causas están fuera de sus efectos o, dicho de otra manera, las causas siempre son anteriores a sus efectos. Pero, como la teología no puede encontrar una causa independiente del “efecto Dios”, lo soluciona con la famosa “primera causa” de todo lo existente. Pero, si Dios no hubiera creado nunca nada, y se hubiera limitado a existir él solo, sin nadie más ni nada más que él, ¿acaso no nos preguntaríamos qué pinta ese Dios ahí solo en medio de la nada? Es en esa situación cuando el absurdo de su existencia se hace más evidente. Puesto que Dios, sin su creación, no sirve de nada ni tiene razón de ser. Entonces, llegamos a la conclusión de que es el Universo, la materia, la que le da vida a Dios, la que le da su razón de ser, pero de forma paradójica, puesto que, en ese caso, la razón de ser de Dios es “a posteriori” y no “a priori”, es decir, a Dios se le necesita para explicar el universo. Sin el universo, Dios no tiene sentido. Esa paradoja rompe por completo la supuesta “lógica” de Dios puesto que, si no existiera el universo, Dios ya no tiene sentido y es entonces cuando cobraría pertinencia la pregunta “por qué existe Dios en lugar de nada”. Un Dios, existiendo solo, ni tiene explicación causal, ni tiene finalidad. Si Dios no crea nada, ¿qué finalidad tendría su existencia?
En definitiva, Dios sólo tiene pertinencia a partir de la existencia de la materia, del universo, y la tiene como causa de todo lo existente. Pero si no existiera el universo, Dios ya no puede explicar nada. En consecuencia, Dios puede explicar el universo, pero no puede explicarse a sí mismo, con lo cual, queda refutada la necesidad de la ley de causalidad con su correspondiente “primera causa” para explicar el universo. Si hay algo que no tiene causa, entonces es que su existencia es irracional, azarosa, incluso contingente en lugar de necesaria. Al final, es Dios quien necesita el universo para su existencia, y no al revés. Dios, sin el universo, es un “flatus vocis” y muestra su máxima realidad al decir que Dios procede de la materia del Universo, esto es, de la imaginación del ser humano.