El mundo se compone de elementos que obedecen reglas. Si se pregunta repetidamente "por qué" ocurren ciertos fenómenos en el universo, en última instancia se llegará a la respuesta "debido al estado previo del universo y a las leyes de la naturaleza."
Pero no es así como piensa mucha gente. Observando el universo desde nuestra perspectiva
antropocéntrica, interpretamos los fenómenos en términos de
causas,
propósitos y
estados "naturales". En la Grecia antigua,
Platón y
Aristóteles veían el mundo en forma
teleológica: la lluvia caía porque el agua quería estar bajo el aire, los animales (y los esclavos) eran subordinados naturales de los ciudadanos humanos.
Aunque también hubo escépticos.
Demócrito y
Lucrecio estuvieron entre los primeros naturalistas que nos instaron a pensar en términos de una materia que obedece reglas, en lugar de buscar causas finales que sirven propósitos ocultos. Pero no fue hasta que nuestra comprensión de la física mejoró gracias a pensadores tales como
Avicena,
Galileo y
Newton, que se tornó razonable concebir al universo evolucionando por sus propios medios, sin la orientación y el apoyo de nada fuera de sí mismo.