Autor:
Bernat
A lo largo de la historia de la Iglesia Católica han sido muchos los disidentes, desobedientes, díscolos -y otros muchos epítetos más que implican una discordancia con unos postulados- que, por su irracionalidad, inverosimilitud, increíbles, absurdos y aberrantes, deberían haber desaparecido hace siglos, pero, desgraciadamente la capacidad de alienación del ser humano es infinita.
A partir de la Revolución Francesa, la humanidad occidental dio un cambio radical al quitarle a la Iglesia el poder coercitivo que impedía a sus ovejas salirse del camino impuesto por la institución más perversa que ha existido nunca. Y desde entonces, la libertad de pensamiento, de opinión y de conciencia salieron a flote después de haber sido secuestradas durante poco más de XVIII siglos, permitiendo que millones de personas pudieran ejercer libremente una investigación sobre lo sucedido hace dos mil años con el objeto de saber la verdad acerca de uno de los fenómenos más tristes de la historia humana.
Hoy, dicha institución ya no puede ocultar lo que tanto escondió al pueblo: su vergonzoso origen.