2016-05-21

150.- La religión es un producto de cerebros adiposos


Autor: Peter Atkins

La ciencia es casi totalmente incompatible con la religión. Digo "casi", pero no quisiera que esa palabra equívoca se interprete como una debilidad. El único punto de compatibilidad es que existen personas bien intencionadas y honestas en ambos lados que están realmente preocupadas por descubrir la verdad acerca de este maravilloso mundo. Dicho lo anterior, no hay compatibilidad real entre ciencia y religión.

La mirada desapasionada de la ciencia analiza los temas públicamente, intercambia información abiertamente, debate los puntos difíciles de manera objetiva y construye una red de teorías e ideas interdependientes que progresivamente revelan lo complejo como resultado de lo simple. El enfoque sentimental de la religión consiste en reflexionar privadamente, intercambiar información por medio de la seguridad y la afirmación, zanjar aspectos dificultosos mediante la guerra, el terror y la coacción, y construir una red de ideas contradictorias que ocultan la ignorancia bajo un manto de prosa rimbombante, pero vacía.

La ciencia revela, mientras que la religión oculta. En las áreas que la religión pretende explicar, cae en la tautología. Afirmar que "Dios lo hizo" no es más que una admisión de ignorancia disfrazada de explicación. La ciencia, con su acervo de información públicamente accesible, sus argumentos abiertos y escudriñables, puede conducir la búsqueda hacia la comprensión de todo el mundo físico.

La ciencia respeta el poder del intelecto humano; la religión lo menosprecia. La ciencia nos ofrece la posibilidad de una comprensión completa, pues sigue demostrando que, dado el tiempo necesario, no existe aspecto alguno del mundo que escape a su escrutinio y explicación. La religión afirma que los cerebros humanos son demasiado débiles para lograr una comprensión total. Sin embargo, la ciencia navega rápidamente hacia un conocimiento completo mientras las religiones se quedan atrás, bamboleando en su estela.

La ciencia exige un trabajo duro, pero las respuestas que produce son fiables. La religión es especulación de sillón bien adaptada a cerebros adiposos. La ciencia no puede responder preguntas profundas usando sólo palabras: se basa en el sudor de un sinnúmero de experimentadores y en el esfuerzo de los teóricos para dar sentido a los datos. La religión puede especular libremente (y por lo tanto inútilmente) a partir de opiniones personales flácidas, y nunca ser puesta a prueba, excepto, quizás, más allá de la tumba. No hay un más allá de la tumba, excepto en la mente de aquellos que no soportan la perspectiva de su propia aniquilación.

La ciencia busca la simplicidad subyacente a partir de la cual surge la asombrosa complejidad que nos rodea y deleita. La ciencia examina las observaciones buscando la simplicidad última de la existencia. La verdad absoluta será de una sencillez impresionante; rastrear esa sencillez en el mundo de los fenómenos podría resultar más exigente que la revelación de la simplicidad, pero esa dificultad no implica que el descubrimiento de la simplicidad sea una base falsa. La religión busca la complejidad universal - Dios - que, de alguna manera, y de una manera intrínsecamente inescrutable, da cuenta de todo lo que existe. La explicación de una entidad menor en términos de una mayor es una perversión de lo que significa explicar.

Pero el tema en discusión no es sólo la superioridad de la ciencia como un modo de entender el mundo físico: es acerca de si ese mundo físico es el mundo entero, y de si hay algún aspecto de la existencia que se encuentra, necesariamente, fuera del reino de la ciencia. Si lo hay, entonces la ciencia no puede ser sino un contribuyente parcial a la comprensión global. Si no lo hay, entonces la ciencia es al menos potencialmente capaz de proporcionar una comprensión total de todo lo que existe.

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En este punto debemos ser muy cuidadosos, distinguiendo entre las preguntas que se han inventado y las preguntas que al menos parecen ser reales. Probablemente sólo las segundas podrían conducirnos a una verdadera comprensión del mundo; las primeras simplemente exponen el estado psicológico de los individuos y de las sociedades que las inventan. Me temo que la mayoría de las preguntas que formulan los religiosos son del primer tipo, de la clase vacía. Así, aunque preguntar ¿Cuál es el propósito de este universo? puede parecer una pregunta perfectamente legítima, no es más que una extrapolación infundada de la vida cotidiana. No hay necesidad de que este universo tenga un propósito: podría ser una entidad totalmente accidental, sin propósito.

Como la religión implícitamente afirma que la ciencia no puede determinar el propósito del universo, los religiosos concluyen que el mundo de la ciencia está incompleto. Eso, por supuesto, es ilógico, porque a la religión no se le puede permitir que invente aros ilusorios a través de los cuales pretenda haber saltado. Hay varios ejemplos de la invención de tales aros, incluyendo la vida después de la muerte (ni un ápice de evidencia), el alma (ídem), y la existencia del mal en un mundo creado por un Dios infinitamente amoroso (un problema trivial si no existe tal Dios).

En algún lugar en la frontera entre lo inventado y lo real se encuentran cuestiones acerca del espíritu humano y de sus cualidades asociadas, tales como la apreciación estética y el amor. Concedo que esas cualidades, o al menos sus elementos fisiológicos, existen. La pregunta, entonces, es si la ciencia puede aclararlas.

No hay evidencia de que no pueda, y es razonable suponer que podrá hacerlo sin recurrir a mecanismos sobrenaturales. El amor es una emoción compleja que involucra respuestas controladas por la genética, secreciones hormonales, reflexiones intelectuales y otras consideraciones. La ciencia puede dilucidar tal condición, a pesar de que probablemente nunca podrá ser capaz de predecir si un individuo se enamorará de otro (aunque las agencias de citas tienen cierto éxito en este campo). El amor puede ser misterioso y complejo, pero sin duda se mantiene abierta la posibilidad de una explicación. La estética también puede ser comprendida. Los actos de valor, el heroísmo, la creatividad, la grandeza y la criminalidad están todas dentro del ámbito de la psicología, y la psicología es al menos una rama de la ciencia. Compleja, de acuerdo; impredecible, tal vez, pero no cerrada a la ciencia.

Existe, por supuesto, una gran pregunta aparentemente real: ¿De dónde vino todo? Aquí vemos más claramente la diferencia entre los métodos. La religión elige la respuesta adiposa: Dios lo hizo, por razones que quedarán para siempre en el misterio, hasta que, tal vez, nos convirtamos en uno con él (es decir, cuando estemos muertos). Dicha respuesta, aunque intrínsecamente absurda y maligna en sus implicaciones, parece satisfacer a quienes consideran a Dios una parte importante de su existencia. La ciencia, por el contrario, está avanzando constantemente e incansablemente hacia una explicación comprensible. Se han producido extraordinarios avances desde el desarrollo de la Relatividad General a principios del siglo XX. Aunque difícil y todavía incompleta, no hay ninguna razón para afirmar que la solución al gran problema (cómo surgió el universo y qué es) no será encontrada, y podemos esperar que esa solución será comprensible para la mente humana. Más aún, dicha comprensión será lograda a este lado de la tumba.

En resumen, mientras la religión desprecia el poder de la comprensión humana, la ciencia, la empresa más noble, la respeta.

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Artículo original: "Awesome Versus Adipose - Who Really Works Hardest to Banish Ignorance?", Peter Atkins, Free Inquiry, Vol 18, N° 2.


4 comentarios:

  1. Extraordinario artículo. No se puede añadir más ni quitarle nada.

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  2. La respuesta "Dios lo hizo" cumple la misión de ofrecer respuestas simples a cuestiones que aún no la tienen; disminuyen la incertidumbre. Ya sabemos que disminuir la incertidumbre y aumnetar la esperanza son dos pretensiones de las religiones.

    Yo, por mi parte, tengo otra esperanza: que la población vaya teniendo el coraje de suprimir las respuestas fáciles por otras más complejas y afronte la realidad tal como es.

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  3. Genial Atkins y otro tanto Jack con la elección del artículo. Cabría esperar que leyendo la impecable argumentación que presenta Atkins, nuestro amigo Moire se tome una larga, muy larga, temporada de reflexión y deje de soltar sus alucinaciones e incongruencias aquí. Pero seguro que no será así, el irrespetuoso atrevimiento de la ignorancia pasará, otra vez, por delante de la cautela, el sentido común y el del ridículo.
    Es lo que hay.

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  4. Me llamó la atención el uso del adjetivo "adiposo" aplicado a cerebros, o a respuestas, pero la verdad es que tiene bastante sentido :)

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