2023-06-21

363.- El problema del mal


Autor: Antonio


Explorando la existencia del mal y el sufrimiento en un mundo creado por un Dios todopoderoso, omnisciente y benevolente


El problema del mal es un tema central en la filosofía de la religión, ya que desafía la concepción tradicional de un Dios todopoderoso (omnipotente), omnisciente (omnisapiente) y benevolente (omnibenevolente). Si tal Dios existe, ¿cómo puede haber maldad y sufrimiento en el mundo? Este ensayo explorará el problema del mal, las diversas respuestas a este problema y las implicaciones para la existencia de Dios.


La naturaleza del problema del mal

El problema del mal puede entenderse como un problema tanto lógico como probatorio. El problema lógico del mal argumenta que la existencia del mal es lógicamente incompatible con la existencia de un Dios omnipotente, omnisciente y benévolo. Si Dios conoce el mal, tiene el poder de prevenirlo y desea hacerlo, entonces el mal no debería existir. Dado que el mal existe, parece que Dios carece de uno o más de estos atributos o no existe en absoluto.

El problema evidencial del mal, en cambio, se centra en la observación empírica del mundo. Sugiere que la cantidad y los tipos de mal que presenciamos en el mundo hacen que sea poco probable que exista un Dios omnipotente, omnisciente y benévolo. Esta versión del problema no afirma que sea lógicamente imposible que Dios y el mal coexistan; más bien, argumenta que la existencia del mal hace menos probable que exista tal Dios.


Respuestas al problema del mal

Hay varias respuestas al problema del mal que intentan reconciliar la existencia del mal con la existencia de un Dios omnipotente, omnisciente y benévolo. Estas respuestas se pueden categorizar ampliamente en teodiceas y defensas.


Teodiceas

Las teodiceas son intentos de proporcionar una razón moralmente suficiente para la existencia del mal en el mundo. Una teodicea destacada es la defensa del libre albedrío, que argumenta que Dios ha dado a los humanos libre albedrío, y este libre albedrío les permite elegir entre el bien y el mal. El mal existe porque los humanos a veces eligen hacer malas acciones. Desde este punto de vista, Dios valora tanto la libertad humana que justifica permitir que exista el mal.

Otra teodicea es la teodicea creadora de almas, que postula que el sufrimiento y el mal pueden servir como medio para el crecimiento espiritual y el desarrollo del carácter. De acuerdo con este punto de vista, Dios permite que exista el mal porque brinda una oportunidad para que los humanos crezcan moral y espiritualmente, acercándolos finalmente a Dios.


Defensas

Las defensas no tienen como objetivo proporcionar una explicación completa de la existencia del mal, sino que buscan mostrar que la existencia del mal no es lógicamente incompatible con la existencia de un Dios omnipotente, omnisciente y benévolo. Una de esas defensas es la defensa del teísmo escéptico, que argumenta que el conocimiento humano es limitado y, por lo tanto, no podemos saber si Dios tiene razones moralmente suficientes para permitir el mal.

Otra defensa es la defensa del bien mayor, que sugiere que Dios puede permitir que exista el mal porque conduce a un bien mayor que supera al mal. Esta defensa no especifica cuáles son estos bienes mayores, sino que argumenta que es posible que tales bienes existan y justifiquen la presencia del mal.


Implicaciones para la existencia de Dios

El problema del mal plantea importantes desafíos a la concepción tradicional de Dios. Si bien las teodiceas y las defensas intentan reconciliar la existencia del mal con la existencia de un Dios omnipotente, omnisciente y benévolo, no están exentas de críticas. Por ejemplo, algunos críticos argumentan que la defensa del libre albedrío no tiene en cuenta los males naturales como los terremotos y las enfermedades, que no son el resultado de elecciones humanas.


Conclusión

En última instancia, el problema del mal no refuta la existencia de Dios, pero sí cuestiona la naturaleza de los atributos de Dios. La existencia del mal puede llevar a algunos a concluir que Dios no es omnipotente, omnisciente o benévolo, o que Dios no existe en absoluto. Otros pueden mantener su creencia en un Dios con estos atributos, mientras aceptan que el entendimiento humano es limitado y que puede haber razones moralmente suficientes para la existencia del mal que están más allá de nuestra comprensión. En cualquier caso, el problema del mal continúa siendo un tema central en la filosofía de la religión, ofreciendo un terreno fértil para una mayor exploración y debate.


8 comentarios:

  1. El problema del mal es cien por cien incompatible con la bondad de Dios. Por muchas piruetas que hagan los apologistas, todas sus defensas hacen agua por todas partes. En primer lugar, todas aquellas excusas que consisten en que Dios permite el mal para un bien mayor, o para que el ser humano crezca espiritualmente, no son más que burdas afirmaciones gratuitas sacadas de la manga. De hecho, siguen siendo irracionales, puesto que la omnipotencia divina debería poder conseguir ese “bien mayor” sin necesidad de pasar por el sufrimiento. En cuanto al supuesto “crecimiento” espiritual, lo mismo: la omnipotencia de Dios debería poder facilitar el crecimiento espiritual sin necesidad de pasar por ningún tipo de mal. ¿Acaso, Dios, ha tenido que pasar por algún tipo de sufrimiento para ser lo que es?

    Y ahora veamos el tan manoseado libre albedrío. Dicha capacidad, en el caso de existir (que, de hecho, no existe, ni puede existir)no justifica en absoluto el mal en el mundo, ni siquiera el infligido por el ser humano. Si se entiende el libre albedrío como una capacidad que puede producir o causar sufrimiento, entonces Dios es culpable de haber otorgado el libre albedrío al ser humano. Pero, la mayor falacia no es el hecho de culpar al ser humano por culpa del libre albedrío, sino la supuesta necesidad de conceder libertad al hombre por parte de Dios. Se nos dice continuamente que Dios prefiere que seamos libres antes que ser un robot. Pero, eso se derrumba si se acepta que el fin último del ser humano, al menos el fin que desearía todo humano, es la felicidad, ya que para ser feliz no se necesita en absoluto ser libre, sino que los animales, salvo excepciones, son más felices que los humanos sin tener libre albedrío.

    Pero hay más. Como siempre digo, hay un hecho incuestionable que no tiene solución posible en la teología. Se trata del hecho mismo de la creación. ¿Por qué, Dios, tuvo que crear al ser humano?¿Qué necesidad tenía Dios de crearlo? Está claro que lo que no existe no tiene necesidades de existir, sino que las necesidades surgen a partir de la existencia, no antes. El acto de crear implica necesidad por parte del creador, por lo que dicha necesidad va en contra del atributo de perfección además de que toda creación es absurda si se dota de necesidades a lo que antes de existir no las tenía. En la creación divina se incurre en una aberración lógica: crear necesidades innecesarias (valga la posible redundancia) para, luego, satisfacerlas. Por eso mismo lo llamo “necesidades innecesarias”

    ResponderBorrar
  2. Una de las cuestiones que empecé a investigar recientemente es la desviación en el significado de la deidad entre el Yahvé del Antiguo Testamento y el Demiurgo de Plotino y los neoplatónicos. A la luz de esta diferenciación se puede re-encuadrar el problema del mal. En breve estaré escribiendo otro papel con un esbozo de estas reflexiones cuya inspiración proviene de un trabajo del académico Gershom Scholem, especialista en mitología judaica.

    ResponderBorrar
  3. Si al problema del mal asociado al ser humano se agrega la evidencia de la evolución biológica, el asunto se hace aún más difícil de resolver.

    Se supone que Dios quería crear a los seres humanos para establecer una relación especial con ellos. Ese era su objetivo final.

    Pues bien, para llegar al ser humano hicieron falta más de cien millones de generaciones de animales equipados con cerebro y sistema nervioso. Muchos de esos animales sufrieron espantosamente mientras morían quemados en incendios forestales, aplastados por aludes, ahogados por tsunamis o devorados vivos por depredadores.

    ¿Cómo se puede justificar ese enorme sufrimiento si el bondadoso Dios es omnipotente y pudo crearnos de inmediato? La recompensa en el paraíso no funciona con los animales. El "libre albedrío" tampoco.

    ResponderBorrar
  4. ¿A qué ser omnisciente y omnipotente se le ocurrirían algo tan cruel, retorcido y absurdo como hacer del mal, humano y natural, un medio para que "seamos mejores", para "probarnos" ante él?
    Otro ejemplo de la estultícia divina; nos crea a su imagen y semejanza, somos el "top" de la creación, pero resulta que al genio que está en los Cielos, no se le ocurre otra forma de que nos reproduzcamos que por vía sexual, con el aliciente del placer que conlleva el acto, tan instintivo como en cualquier otro animal, pero a nosotros nos castiga si seguimos ese instinto y buscamos el premio, que él nos puso ahí, de una satisfacción sexual no reproductiva. ¿No sería más razonable habernos creado con un método de reproducción que no pasase por un intercambio sexual genital?, por fusión de los gametos sin contacto genital o sin que ese contacto conlleve la obtención de placer y así evitar tentaciones.
    Pero no, el gran creador nos pone al mismo nivel que a la mayoría de las otras especies animales, parece que le gusta tentarnos con la miel para luego castigarnos con la hiel, muy inteligente y edificante por su parte y sobre todo muy h.d.p. el diosito de las narices.

    Renzo

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Y, encima, a los animales solo les concede unas pocas semanas de estar en celo, con lo cual, el resto del año no tienen tentaciones; mientras que a los humanos nos obliga a estar en celo siempre y, como tú dices, nos castiga si no follamos para procrear.

      Borrar
  5. Bueno, Jack, te va a responder que eso de la evolución es falso, y que la humanidad tiene tan solo 6.000 años. Así lo solucionan esa gente.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Sí, muchos harán eso, pero algunos (como Francis Collins o el recientemente fallecido Francisco Ayala) no ven conflicto entre la evolución biológica y el dios cristiano.

      Ayala, por ejemplo, sostiene que el evolucionismo y el catolicismo son compatibles, pero no el creacionismo, que haría de Dios el primer y mayor abortista, ya que el evolucionismo explica el problema del mal en el mundo como imperfección en busca de perfección, mientras que el creacionismo parte del principio opuesto, de la idea de que el ser humano ya es perfecto de por sí y diseñado por el Creador. (Wikipedia).

      O sea que Dios no pudo acercarse a la "perfección" usando su omnipotencia y su omnisciencia, sino que debió dejar a la naturaleza actuar sobre la base de principios básicos: el mejor adaptado tiene más posibilidades de reproducirse y propagar sus genes.

      Para hacer más desafiante el proceso, permitió que cayeran asteroides gigantes que mataban casi toda la vida en el planeta, se produjeran erupciones colosales que envenenaban la atmósfera, se congelara el planeta de polo a polo, se separaran los continentes para ensayar líneas evolutivas paralelas, etc. Así se llegaría a formas de vida resistentes, "perfectas", aunque ello implicara la extinción de más del 99% de las especies que alguna vez existieron. Y todo eso se podía lograr sin intervención suya. Un dios voyerista...

      A pesar de todos sus pergaminos académicos, estas personas parecen ser incapaces de ver las contradicciones entre la evidencia científica que apoyan sin reservas, y los atributos del dios en el que creen.

      Borrar
  6. Sí, ya sabemos que los católicos aceptan la evolución, pero solo es para "cumplir con el expediente" o, dicho de otra manera, para quedar bien ante su feligresía y no quedar tan en ridículo como las sectas que niegan la evolución o el big bang. La ICAR pretende dar una visión más moderna de su religión. Sin embargo, nunca la podrán dar ya que ello significa solo modernizarse en un uno por ciento de las irracionalidades que postulan.

    ResponderBorrar

Ayuda: negritas, cursivas y enlaces